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E.G.E.S Enclave Gnostico

QUIENES SOMOS?

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El Enclave Gnóstico (EGES) está constituido por un grupo de Sacerdotes y Obispos de diversas Ecclesias. Su trabajo consiste en estudiar e investigar distintas temáticas relacionadas a las diversas corrientes gnósticas. En un plano practico, los mismos operan distintos misales, a los cuales se puede asistir por invitación.

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GNOSIS Y MITO

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En el mundo Mediterráneo, en tiempos anteriores al Cristianismo, ya existía una forma de espiritualidad con una perspectiva distinta de los cultos tradicionales, que ponen el acento en el comportamiento y la creencia. Estos grupos o escuelas de los misterios tenían como propósito el autodescubrimiento de sus miembros, la transformación de cada uno de ellos que implica un proceso de espiritualización.
El método para esto eran los misterios, que operaban principalmente a través de una estructura de aprendizaje que tenía un mito central. En el caso de los muy conocidos misterios eleusinos, sería el mito o la historia de Perséfone y su madre Deméter. Perséfone es secuestrada de la tierra hacia  la oscuridad del inframundo y atraviesan distintos obstáculos hasta que logran el retorno a la condición inicial de bienestar.
En su aspecto exotérico este mito puede referir a las estaciones del año y su relación con la siembra y la cosecha, pero desde el punto de vista esotérico la historia nos muestra las condiciones y las vicisitudes que encuentra el alma humana. Por supuesto los misterios se mantenían en secreto en cuanto a sus aspectos prácticos (y hoy los desconocemos), pero básicamente apuntaban a una identificación del iniciado con el arquetipo central del mito. Se trata de que la persona no atraviese el misterio como algo ajeno a su historia personal sino que vea reflejado el recorrido de su alma en el mundo, incluyendo la experiencia de la Gnosis a la que se le da significado en el contexto de las enseñanzas.
Esto no sucedió de la misma forma en el contexto del judaísmo, quizás, según afirma Stephan Hoeller[1], porque el monoteísmo no era un terreno propicio para estos movimientos.  Aunque si pueden considerarse a los esenios, quienes escribieron los textos llamados “Manuscritos del Mar Muerto”, como semejantes en sus prácticas y en la importancia dada a la experiencia personal. Y más aún por su propias palabras:
“El ha de guiarlos con conocimiento e instruirlos en los misterios de maravilla y verdad en medio de los miembros de la comunidad”[2]
De hecho varias de las características de la cosmogonía esenia se ven reflejada en el cristianismo: la Nueva Alianza; la venida del Hijo del Hombre (4Q246); el Mesías engendrado por Dios (1Q28a); Caridad, amor, compartir; Cena Sagrada de pan y vino (1Q28a; 1QS VI). Todos conceptos volcados en los textos encontrados en Qumrán[3].
Pero estas características, junto a otras, que coinciden con la perspectiva cristiana no implican que Jesús haya vivido ni haya tenido contacto directo con los esenios, al menos no hay prueba de ello[4].
En el caso de Juan el Bautista ocurre algo similar aunque disponemos de menos información aún sobre su vida. Es verdad que resulta muy probable que los misterios de los esenios, o de algún grupo desconocido y quizás vinculado a ellos, hayan llegado a Juan el Bautista. Pero las diferencias de su enseñanza respecto a la de ellos son importantes, mientras que las áreas que comparten como la ubicación próxima al río Jordán; la austeridad en la vestimenta y forma de vida; y las referencias a una tradición sacerdotal; eran comunes en esa zona al momento.[5] Además del hecho que los esenios no son nombrados en el Nuevo Testamento ni Josefo los conecta con Juan el Bautista.

 

El Mito del Demiurgo

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En la mitología gnóstica cristiana un punto fundamental diferencia sus creencias de las ortodoxas y esta refiere a la existencia de un Demiurgo. El Demiurgo es un dios considerado a veces solamente incompleto, un creador que en sí mismo es imperfecto y otras veces es visto como un enemigo del hombre que crea el mundo a modo de cárcel.
Se puede ver como alguien podría tomar esta idea como propia de una concepción dualista del mundo, cuando en realidad podría no serlo. Simplemente se trata de una diferenciación entre la naturaleza de lo creado, limitado e imperfecto, que es atribuido a esta deidad menor, y lo trascendente, la divinidad que todo lo une y cuya naturaleza es la Realidad Suprema, permanece subyacente a todo existe, siempre presente, infinito e indescriptible.
El iniciado vive entonces la imperfección de su vida y de sus actos en la confianza en Dios independientemente que Su ayuda tangible (indirecta, o sea a través de otros seres celestiales) le llegue, tiene en claro que su armonía interna o su paz no depende de las condiciones de la existencia que son controladas por un Demiurgo, sino de que su espíritu no se apegue al reino de lo material. No lo niega pero sabe que no encontrará en él la vida eterna, la salvación. Su camino espiritual es interno y ajeno a lo material porque sabe que toda materia es la superficie de la esencia, la forma externa de la Realidad.
Con el transcurso del tiempo la perspectiva de los gnósticos casi desapareció frente al avance de la visión más ortodoxa, en cierta medida absorbida entre sus filas y a veces hasta conservada y expresada, por ejemplo en los códices de Nag Hammadi[6]. 

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El Propósito del Ritual

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El mito, a diferencia del hecho, no forma parte del pasado, sino continúa disponible para otros, para ser vivido y para transmitir una experiencia que no podría conocerse de otra forma. Es el ritual el que evoca así elementos de un mito desde un punto de vista y una forma de narración representativos de un sistema de creencias, dándole vida en el momento presente.
El mito gnóstico tiene un acercamiento mucho más directo que otras mitologías y menos detalles que los que encontramos en otros Misterios, y hay una razón para esto:
El gnosticismo utiliza diversas metáforas y parábolas para referir a algunas nociones difíciles de explicar con el lenguaje cotidiano, que hacen al conocimiento del ser, pero que giran en torno a una idea central que es la búsqueda personal de la propia naturaleza esencial, en términos del sistema: la salvación misma.
La relación que tiene el conocimiento con la salvación en este contexto es lo que hace que sea más difícil aún que en muchas otras religiones poder transmitir ese conocimiento, porque trata del sujeto mismo, y no puede más que señalarse mediante palabras algo que se debe comprender por fuera de la experiencia común. Esta experiencia nueva es el conjunto de acciones de las que participará el iniciado durante el ritual.
Es en este punto en que me parece importante diferenciar el uso del símbolo por ejemplo en una ciencia exacta, en la que se trata con una abstracción, y el uso que se le da durante un ritual litúrgico (de cualquier denominación) en el cual no se intenta solamente transmitir un significado. La liturgia no es un ejercicio mental. En ella se hace uso del símbolo como un sustento para la elevación de la conciencia, para el encuentro con lo divino, uniendo ambos mundos (físico y espiritual[7]) en el lenguaje y en la experiencia personal de forma simultánea.
El objeto religioso, por su sola existencia, es una la irrupción de lo divino en lo mundano, así también el ritual involucra un conjunto de acciones ajenas a una descripción materialista de la realidad. Si se hace y se vive de una forma correcta[8] no evoca una imagen, ni una idea, sino revela un tipo de experiencia interna tan cercana a la naturaleza del propio ser que de ninguna forma se le puede llamar una abstracción.
Cada experiencia religiosa está enmarcada en un sistema por simple o complejo que este sea, dando lugar a características puntuales que pueden acompañar la experiencia de la gnosis. Pero la gnosis, como conocimiento de sí, revela la ausencia de dualidades en el ser. Esto se puede experimentar como unión con Dios en un contexto más ortodoxo, pero la idea de “unión” para los gnósticos no sería la más exacta, porque la separación dualista es lo ilusorio. Entonces se podría decir que este tipo de experiencia se acerca más a la revelación, que trae a la conciencia una realidad siempre presente (por eso mismo imperceptible en un estado habitual de conciencia). Es en este sentido que nos acercamos a la idea de conocimiento del propio ser como puerta al conocimiento de lo divino. 

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[1] Stephan Hoeller, Exposición sobre “El Himno Gnóstico de la Perla”
[2] Serekh ha-Yahad (Regla de la comunidad), Qimron, E. "A Preliminary Publication of 4QSd Columns VII-VIII"
[3] Burrows, Millar; Los Rollos del Mar Muerto. Fondo de Cultura Económica: México, 1959
[4] Stephan Hoeller, Exposición sobre “El Himno Gnóstico de la Perla”
[5] Fuente: Dale G. Robinson “Was John the Baptist Essene?” http://www.lifeway.com/lwc/files/lwcF_CRD_BI_WasJohntheBaptistEssene.pdf
[6] Tanto Armand Veilleux en “Monasticismo y Gnosis en Egipto” como Marvin Meyer en “The Gnostic Discoveries: The Impact of the Nag Hammadi Library” Cap I (Longman and Todd Ltd 2006), afirman la posibilidad que los monjes Pacomianos hayan sido quienes copiaron los textos de Nag Hammadi
[7] Siempre presentes para un creyente de cualquier religión.
[8] Si se experimenta con sinceridad en el sentido de entrega sin reservas al momento ritual.

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